De viaje
hacia ROMA ( He. 27,28)
Sucesos: Pablo es embarcado junto a otros prisioneros rumbo
a Italia. En la escala en Sidón se le permite visitar a sus amigos y ser
atendido por ellos. Después de quince días de navegación llegan a Mira, y allí
toman una nave alejandrina, llegando finalmente a Puerto Bonito (Creta) El
centurión Julio, a pesar de las advertencias del Apóstol, avezado en estas
lides (luchas), toma la decisión de partir, tomando en consideración la opinión
del piloto y el patrón partidarios de invernar en el puerto de Fenice, al
parecer mejor preparado para pasar allí el invierno. Aprovechando un ligero
viento del sur zarpan hacia Fenice.
Una tempestad provoca la deriva del barco. Éste
permanece a merced de la tempestad durante varios días. La tripulación del
navío intenta por todos los medios mantenerlo a flote, pero al prolongarse el
temporal, con el paso de los días cunde el desánimo. Pablo en todo momento
intenta que sus acompañantes mantengan la calma
y coman, ya que estuvieron varios días sin comer. De este modo, el Apóstol
promete a la tripulación que ha intercedido por ellos ante el Espíritu, que no deben temer nada, ya que
ninguno de ellos perderá la vida en este lance (suceso). La tripulación, fue
arrastrada a la deriva por el mar Adriático decide sondear la profundidad del
mar, pero observan que es escasa y deciden anclar la nave de todas las formas
posibles, evitando, de esta manera, chocar contra los escollos (barreras) de la
costa. Los tripulantes intentan escapar del barco arriando un bote, pero Pablo
sabedor de la necesidad de todos para salvarse indica al centurión cortar las amarras del bote. Finalmente, el
Apóstol se dirige a sus acompañantes indicándoles la necesidad de no seguir por
más tiempo en ayunas si es qué pretenden salvarse. El mismo toma pan, y después
de dar gracias procede a comerlo y partirlo. Todos los demás le imitan de
inmediato.
Al divisar la
ensenada (bahía) deciden lanzar la nave hacia ella. Entre dos bancos de tierra
la nave naufraga, siendo desmembrada por la fuerza del oleaje. Los soldados
deciden matar a los prisioneros, pero el centurión, queriendo salvar la vida de
Pablo sé lo prohíbe. Julio da órdenes para que el abandono del barco se realice
de una manera ordenada: primero los que sepan nadar y después los que no sepan
ayudados de tablas. Al final todos logran ponerse a salvo, tal y como les había
prometido el Apóstol.
En la Malta
encendieron una hoguera, El Apóstol juntó ramas secas se enroscó en la mano, Pabló sacudió la
víbora echándola al fuego, a él no le
pasa nada. Publio dueño de esas tierras hospedo tres días, su padre estaba
enfermo con fiebre y disentería, Pablo lo vio, oró y le impuso las manos y lo sanó. Todos los enfermos de la isla acudían a él y
fueron sanados. Los colmaron de
atenciones por tres meses. Finalmente, parten de la isla con toda clase de
parabienes de sus habitantes.
En Siracusa
permanecen tres días, al cabo de dos días llegaron a Pozzuoli, allí encontraron
algunos hermanos con quienes se quedaron una
semana. Finalmente, en Roma son recibidos por cristianos de esta ciudad,
sabedores de que Pablo llegaba. Pablo vio a los hermanos dio gracias a Dios y
se llenó de ánimo, el capitán dio
permiso a Pablo para que se quedara con un familiar y un soldado que los
vigilara. Muchos fueron a visitarle para que les hablara del reino de Dios,
allí se quedó dos años, nadie le ponía trabas.
Personajes: El centurión encargado de la custodia de los
prisioneros, Pablo, Publio, su padre,
los pobladores nativos de la isla y el principal del lugar, además del padre de
este que es objeto de la curación a través del Espíritu. Los cristianos de Roma y el soldado encargado
de su custodia.
Fuente Hechos de los Apóstoles
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